Mientras sus pensamientos envuelven los pasos sobre los que ya no podrán volver, se desplazan. Otras se quedan; también hay quienes optan por una solución drástica. Mientras tengan la capacidad de ejercer sus derechos ante las violaciones del enemigo, el acto de amor es evitar sufrimiento. Se han apoderado de su territorio, no de su dignidad. Optan por el aborto. Es la respuesta a una infamia.
Durante años los paramilitares, los terratenientes y el gobierno se comprometen con el exterminio de los pueblos indígenas. El ejército entra sin contemplación alguna. Arrasa poblaciones enteras de campesinos mayas. Los descuartiza. Algunos soldados juegan al futbol con la cabeza de sus víctimas. Otros prefieren el canibalismo. También empalar no es mala opción, supone un ejemplo de machismo a la tropa. Mientras tanto, las ONG de ayuda al desarrollo buscan dinero en Europa para construir puentes y carreteras en medio de la selva. Es la forma de llevar la “civilización”. Senderos de gravilla para mantener comunicadas las aldeas. Sin mala intención podrán obtener recursos y pasar algunos años de su juventud en un país “exótico”. Es la otra cara de la moneda. Desconocen los usos que darán las autoridades a sus proyectos. Han hecho el trabajo sucio a las fuerzas armadas. El genocidio puede comenzar gracias a la buena voluntad de las ONG. Son los efectos no deseados de la acción. Los daños colaterales. Jeeps fabricados en Estados Unidos, financiados con la ayuda al desarrollo, entrarán semanas más tarde a los poblados antes casi inaccesibles sin muchos contratiempos. En pocos minutos nadie queda vivo.
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