La Jornada
Hoy que las agendas nacionales se entrecruzan con paradigmas hasta hace poco insospechados y la aparición de nuevos conflictos desplazan muchos de los temas de fondo que hace tiempo deberían haber sido abordados y resueltos, convendría que la clase política gobernante no olvidara el compromiso que contrajo el Estado con los pueblos indígenas de Mexico vía los acuerdos de San Andrés. La apuesta del sistema político mexicano ha sido la minimización del tema indígena. En el mejor de los casos, los acuerdos de San Andrés surgen como promesa de campaña sólo en tiempos electorales. El discurso oficial frente al zapatismo ha consistido en eludir cualquier mención al EZLN, en un vano intento de minimizar sus demandas o en una apuesta ladina, de suponer que con el tiempo se desvanecerán sus causas y demandas.
El incumplimiento del gobierno de los compromisos pactados con los indígenas vino acompañado de una mayor presencia militar en la zona de conflicto. El Estado mexicano ha optado por el acotamiento militar en lugar de buscar opciones políticas para la solución del conflicto, como pudiera ser la reposición del procedimiento legislativo para la aprobación de la iniciativa de ley que en 1996 fue aceptada por el EZLN.
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