Las actividades realizadas por el EZLN para conmemorar los 15 años del levantamiento armado fueron al mismo tiempo un recuento de lo logrado y de lo que falta por hacer. Fue al mismo tiempo un espacio para abrir el debate sobre temas de alcance nacional.
Con precisión, el comandante David señaló: “El mal gobierno ha tratado de convencer y comprar la conciencia de nuestras bases de apoyo, prometiéndoles mejores condiciones de vida para olvidar a sus muertos y sus justas demandas. Desgraciadamente hay hermanos indígenas que han caído en las trampas del mal gobierno creyendo que con esto van a mejorar sus condiciones de vida sin luchar”.
La Sedeso respondió que “los programas para el combate a la pobreza no forman parte de planes de contrainsurgencia social” y que “desde el año 2000 ha habido empeño del gobierno federal por resarcir el daño derivado del olvido, marginación y exclusión en que se tenía a las comunidades indígenas de Chiapas”. Están documentados decenas de ejemplos donde dependencias federales han realizado acciones que ni han resuelto los problemas estructurales derivados de la pobreza pero sí han contribuido a la fractura del tejido social comunitario.
La utilización de los recursos gubernamentales para la cooptación y el clientelismo es la constante en la mayoría los gobiernos, de todos los niveles y de todos los partidos. La política social se ha reducido a formas silvestres de asistencialismo ramplón y son escasos los programas sociales que promueven la organización y el trabajo comunitario. Por ello la crítica del EZLN tiene una connotación que incluso trasciende al zapatismo, y la realidad está a la vista. Los índices de desarrollo humano en el país no han variado sustancialmente y cada día son más los mexicanos hundidos en la pobreza. Eso que dicen que es política social, no alcanza a atender a los pobres que la política económica genera.
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