Cuando las cosas no les salen bien a los gobiernos, éstos recurren al manualito del escándalo y al show mediático del discurso justiciero, para apuntalar sus deslavadas figuras como gobernantes y reposicionarse públicamente ante el respetable.
A principios de 1995 el país vivía una situación difícil. La inestabilidad en México era un signo de alarma en todos los sectores. Se hacía hincapié en que la deuda externa iba en ascenso: 170 mil millones de dólares. Estudios de expertos señalaron que la economía en México podría no crecer o registrar tasas negativas; se calculó que la inflación oscilaría entre 16 y 20 por ciento y los salarios reales de los trabajadores se desplomarían en otro 10 por ciento, mientras que la creación de empleos sería prácticamente inexistente.
Se presentó una nueva ola de dudas y desconfianza. Los mercados financieros mantuvieron el nerviosismo y la volatilidad, en una renovada fuga de capitales que elevó el tipo de cambio. El dólar iba al alza. Las medicinas se encarecieron entre 8 y 55 por ciento en 45 días. Nacional Financiera suspendía su apoyo a empresas pequeñas y medianas. En el plano internacional, el Banco Mundial anunció que concedería a México un préstamo por 2 mil millones de dólares para la aplicación del programa económico mexicano de emergencia 1995. Cualquier semejanza con la actual situación es mera coincidencia.
En este contexto, la Secretaría de Gobernación nos solicitó a la Comisión Legislativa para el Diálogo y Conciliación de Chiapas, antecedente de la Cocopa, que realizáramos una gira de trabajo por el estado de Chiapas con el propósito de establecer acercamiento con diversos sectores de la sociedad chiapaneca. Nos reunimos con propietarios rurales y ganaderos para conocer sus puntos de vista, en San Cristóbal nos entrevistamos con el obispo Samuel Ruiz y con don Amado Avendaño Figueroa.
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