Luego del monumental trabajo coordinado por Giovanni Arrighi y Beverly Silver, Caos y orden en el sistema mundo moderno, hay argumentos suficientes para concluir acerca de la relación entre las crisis y las luchas sociales y alumbrar algo más la situación actual del sistema capitalista. En efecto, el estudio sostiene, con abundante información comparativa, que la crisis (mal llamada) económica comienza a raíz de una oleada de militancia obrera fabril en los años 60, que fue capaz de pulverizar el modelo fordista-taylorista de sujeción y control de los trabajadores. La actual coyuntura puede leerse, bajo esa óptica, como una consecuencia de larga duración de aquella oleada de movimientos que forzaron al capital a mudar, convirtiéndose en capital financiero especulativo.
Más allá de un debate, siempre necesario, sobre cuestiones teóricas, vale la pena detenerse en ese enfoque, ya que puede contribuir a una mejor comprensión del movimiento real que está sucediendo ante nuestros ojos, como apuntaba Marx. La primera cuestión es que no son las crisis las que motivan la acción social sino al revés: la movilización, la ruptura de los controles, es lo que provoca reacomodos en el modo de dominación, forzando a los de arriba a introducir cambios no sólo en el terreno de la economía sino cambios societales que abarcan todos los terrenos de la vida. Por eso mismo no podemos hablar, en rigor, solamente de crisis económica.
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