sábado, 14 de fevereiro de 2009

Gloria Muñoz Ramírez - Los de Abajo

■ Feria del libro en La Habana

Lejos de las realidades culturales neoliberales en las que los libros son sólo parte de un mercado de difícil y muchas veces imposible acceso para los de abajo, por decimaoctava ocasión las milenarias murallas de la Fortaleza de San Carlos de La Cabaña, en el corazón de La Habana, Cuba, albergan estos días el suceso cultural por excelencia de toda la isla: la feria del libro. La única, sin lugar a dudas, en la que un pueblo entero se vuelca a los cientos de stands y prácticamente nadie se va con las manos vacías.

La feria del libro en la polémica y castigada Cuba es un oasis en medio de los miles de problemas que aquejan la cotidianidad de los isleños. Miles de familias acuden a La Cabaña no sólo en la búsqueda de un libro, sino de un lugar de esparcimiento para relajar el espíritu. “No es fácil”, es la frase preferida de los cubanos que contra viento y marea se mantienen de pie frente al hostigamiento económico y político encabezado por Estados Unidos y sus aliados. La escasez de alimentos, agravada este año por los tres ciclones que en 2008 castigaron a la isla, es uno de los principales problemas que se palpan en cada casa, aunado a la falta de vivienda y al siempre insuficiente transporte. Quejas no faltan, pero hay aquí un espíritu que los mantiene vivos, alegres y dignos.

Cada año es febrero esperado por todos. Las guaguas atraviesan el túnel de La Habana y de ellas saltan miles de personas en dirección a la fortaleza de La Cabaña, el complejo militar situado en la entrada de la bahía, y que junto con la fortaleza de San Salvador de La Punta y el Castillo de La Real Fuerza defendían la ciudad frente a cualquier ataque enemigo o pirata. La Cabaña es la más grande de las edificaciones militares construidas por España en América. Baluartes, revellines, fosos, camino cubierto, cuarteles y almacenes se encuentran durante estos días atiborrados por más de mil nuevos títulos de libros, con más de 6 millones de ejemplares puestos a disposición a precios que van desde 20 centavos de dólar hasta 5 dólares, los más caros.

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